viernes, 29 de marzo de 2013

Capítulo 32

Silencio absoluto y de repente, un zumbido. El zumbido cesa pero al cabo de unos minutos vuelve. Llevamos así horas, huyendo de ese zumbido que no presagia nada nuevo. Solo una vez ha conseguido sorprendernos, cuando me tocaba hacer guardia y sin querer me quedé dormido. Una especie de insectos, parecidos a grillos pero más grandes y extrañamente silenciosos, que solo hacían ruido cuando tocaban el suelo, llegaron volando hasta donde estábamos nosotros. Digo volando, pero lo que hacían más bien era dar saltos larguísimos. En pocos segundos nos pusimos en marcha y por poco conseguimos escapar metiéndonos en una habitación, pues a penas les llevábamos unos metros de ventaja.
El caso es que, desde entonces, hemos estado huyendo de ellos y esquivándolos y ellos han estado buscándonos. A veces, también oímos el ruido que hace al pasar corriendo un grupo de guardias. Suponemos que estén registrando la zona en nuestra busca. Solo una vez hemos tenido que luchar y fue contra un par de guardias de los que nos deshicimos sin grandes complicaciones. Cuando ya oímos que se aleja el zumbido, salimos de la habitación.
Este lugar es un laberinto. Hemos pasado del único pasillo que nos trajo hasta aquí a un complejo que tiene  bifurcaciones y curvas cada pocos metros. Escogemos al azar en cada encrucijada y, desde hace unos días, tengo la sensación de que estamos andando en círculos. Para comprobarlo, decidí grabar una marca en el suelo y ahora acabo de confirmar mis sospechas. Estoy sentado, con la marca de la "x" al lado. Me levanto de un brinco. Iris me mira con cara de curiosidad. Me alejo unos metros y empiezo a palpar la pared. Presiono un ladrillo, que está un poco por encima de mi cabeza. Una trampilla se abre a mis pies y miro a Iris.
-Tenemos que bajar.
-¿Cómo lo sabes?
-Simplemente lo sé -la verdad es que no tengo ni idea de cómo lo sé pero estoy decidido a seguir el último consejo de mi padre: tenemos que bajar.
Me meto por la trampilla y alcanzo lo que parece ser el primer escalón de una escalera de mano. Empiezo a bajar y el olor a óxido inunda mis fosas nasales. Pongo una mano en el suelo y mientras bajo un pie, la otra mano se agarra a la suave viscosidad de los escalones. Hay mucha humedad, por lo que el descenso pronto me deja cubierto de sudor. Cuando alcanzo el suelo, tengo la sensación de que estoy chorreando.
Miro hacia arriba y veo que Iris está asomada a la abertura.
-Es seguro -le grito.
Ella empieza a bajar y poco a poco se acerca a mí. Cuando llega abajo, encendemos las linternas y echamos un vistazo a la sala. Es enorme y tiene eco por lo que sabemos que está vacía. Nuestros pasos se replican en las lejanas paredes a medida que nos acercamos a la otra parte de la sala.
Cuando vamos por la mitad del camino, unos potentes focos iluminan la sala y nos detenemos. Una potente voz sale por unos altavoces ocultos:
-¡Nos os mováis!
Nos miramos y, con un mudo asentimiento, levantamos las manos.
Obedecemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario