domingo, 10 de marzo de 2013

Capítulo 26

Me quedo mirándola fijamente y poco a poco bajo la espada. Ella hace lo mismo y nos quedamos mirándonos, frente a frente. De reojo veo que mi madre tiene una sonrisa de suficiencia en la cara y pienso que, aunque sea lo último que haga, haré que esa sonrisa se borre.
Rápidamente salto hacia Iris y le lanzo un golpe con la empuñadura, destinado a dejarla inconsciente.
Me parece increíble que esté intentando dañar a lo único que en este momento puede salvar al amor de mi vida. Pero en este momento de ciega ira, mi prioridad es acabar con la vida de esa mujer que me mira desde la altura de su silla con cierto aire de desdén.
Mi golpe hiere el lugar donde instantes antes se encontraba Iris pero que ahora solo está ocupado por aire. Me agacho en cuanto oigo un silbido y lo hago justo a tiempo porque una afilada hoja corta el aire en el lugar exacto donde antes estaba mi cabeza. Lanzo una patada hacia atrás y noto que golpeo carne. Barro el suelo con la otra pierna hasta que la pongo detrás de Iris y la hago tropezar en su intento de retroceder.
Ella cae de espaldas, cuan larga es, y yo me levanto mientras apunto con mi espada hacia su pecho, exactamente a la altura del corazón. Ella me mira con esos ojos que antaño conseguían paralizarme pero que ahora solo me causan un leve estremecimiento debido a que no veo en ellos el brillo de inteligencia que se percibía en los de Iris. Sé que solo tengo que tocarla y todo volverá a ser como antes pero cuando me dispongo a hacerlo, su espada corta el aire arrebatámdome la mía en un fluido movimiento que la manda al otro lado de la sala.
Solo tengo que tocarla directamente, pienso mientras me intento defender de sus feroces ataques con mis pequeños cuchillos. Cada vez queda más claro que es superior a mí en cuanto a armamento y velocidad se refiere pero yo confío que mi superior resistencia física me permita atacar cuando ella se canse.
Seguimos intercambiando golpes un rato, hasta que veo mi oportunidad.
Cuando lanza golpes hacia mi cabeza o cuello, deja al descubierto un poco de piel a la altura de la cadera, lo justo para poder posar una mano.
Espero hasta que lo vuelva a hacer y aprovechando el movimiento de agacharme, me impulso hacia delante y toco la parte de piel, que está extraordinariamente caliente, que se deja al descubierto.
Nada más rozarla, una ráfaga de luz recorre mi brazo desde el hombro hasta los dedos desprendiendo mucho calor, tanto que creo que me podría llegar a quemar. La luz se expande por el cuerpo de Iris y ppor un momento tiene la misma intensidad que el brillo de una estrella, pero poco a poco la cantidad de luz se va haciendo soportable.
Cuando por fin puedo mirar, veo a Iris en el suelo aunque aún resplandece un poco y me acerco a ella con cautela. Hasta que me atrevo a tocarla, pasan varios minutos y aún así algo de calor residual queda en su cuerpo porque está increíblemente caliente.
Parece que está dormida y su respiración es regular así que me dedico a examinar la estancia.
Veo una puerta abierta, camuflada tras la silla, por la que supongo que ha escapado mi madre en el altercado con Iris. Cuando despierte, creo que iremos por ella.
Ese es el momento en el que deciden entrar por la puerta principal, la que utilicé yo para entrar, decenas de guardias. Aprovechando que la diferencia de luz les habrá desorientado un poco, cojo a Iris por las axilas y la empiezo a arrastrar hasta la puerta. Nada más cruzar nosotros, esta se cierra y nos quedamos a oscuras. Progresivamente, las luces del pasillo se empiezan a encender y a adquirir potencia. Alumbran con una cálida luz anaranjada que da sensación de estar en un lugar acogedor pero no me dejo engañar.
En ese rato que he estado examinando nuestro nuevo habitáculo, Iris se ha empezado a despertar y cuando vuelvo hacia donde ella, consigue enfocar en mí su vista, aunque se ve que la cuesta, y me dice:
-Hola, pequeño -sonríe mientras lo dice-. ¿Dónde estamos?
-Mejor espera sentada, que es una historia un poco larga.

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