sábado, 9 de marzo de 2013

Capítulo 25

Nada más verla, sentada en un sillón blanco y aséptico, y reconocer su voz mi primer instinto es irme corriendo pero consigo quedarme en el sitio. También trato de que en mi semblante no se perciba el miedo que siento y mantengo las piernas muy estiradas para evitar el temblor que me podría hacer caer.
-¿Qué haces aquí? -pregunto sin que me tiemble la voz.
La respuesta tarda en llegar, pero cuando lo hace, no me aclara nada.
-Gobernar -pasados unos minutos en silencio, continua -. Soy la líder de los negros y los blancos y les estoy enfrentando porque eso es lo que conviene a mis intereses. Y a los tuyos. Cuando todo el planeta se esté autodestruyendo, nuestra familia y toda la gente que sufre nuestra enfermedad, se alzará y orgullosos y poderosos controlaremos a todo el mundo trayendo una nueva era de paz a la Tierra.
Me quedo bastante confuso, pero no me atrevo a preguntar nada más por el tinte de locura que tiñe su voz y por el inquietante brillo de sus ojos. Me quedo en la entrada, mirando esos ojos, hasta que una voz más, una que lleva el día muy callada, hace su aparición.
-Le traje como me pidió, señora. La chica está con él.
Veo a Chas mover los labios, pero no entiendo por qué pronuncia esas palabras. ¿Acaso nos ha traicionado?
-Entonces, ¿hiciste el ritual?
Con un mudo asentimiento el que yo creía mi amigo se va hacia donde se encuentra mi madre. Se para a los pies de su silla en inclina la cabeza en señal de respeto.
Yo empiezo a retroceder, pero una mirada de mi madre me detiene en el sitio.
-Supongo que Chas te ha explicado el ritual y las condiciones y todo eso -dice mientras hace un movimiento despectivo con la mano-. Pero yo le encargué que te mintiera. El ritual se puede hacer infinitas veces. De hecho, Chas ya tiene más de trescientos años. Lo que pasa es que es degenerativo así que cuantas más veces lo hagas, más frecuentemente tienes que repetirlo
Me quedo pensando en lo que implica eso. Vidas infinitas, infinitas experiencias, infinitos amores... Todo se resume en una palabra. Inmortalidad.
Mientras yo pienso, mi madre habla pero yo la ignoro. Miro mi brazo y susurro el nombre de Iris. Tal vez sea mi imaginación, pero me da la sensación de que brilla más por un momento.
Antes de poder pensarlo, me doy cuenta de que he sacado las espadas y que me he encarado a mi madre. Salgo corriendo hacia ella y pego un gran salto. Caigo encima de Chas y le corto la cabeza de un solo golpe.
-Resucita ahora -digo con desprecio.
Mi madre a penas ha tenido tiempo de reaccionar y se encuentra aún sentada. Me lanzo de un salto hacia ella y lanzo un golpe dirigido hacia su cuello.
Do sé de dónde pero aparece una espada que bloquea mi golpe y me hace perder el equilibrio. Miro hacia un lado y allí está.
Es Iris.

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