sábado, 9 de marzo de 2013

Capítulo 24

A pesar de que a penas hemos dormido, nos encaminamos directamente hacia la prisión. A pesar de la oscuridad, mi brazo sirve para alumbrar el camino. Aún no me acostumbro a ver brillar una parte de mi cuerpo.
Chas está más callado de lo normal.
-¿Qué te pasa?
-Estaba pensando.
Aunque espero unos minutos, resulta obvio que no va a decir nada más así que decido seguir caminando en silencio. A medida que nos acercamos a la prisión, vamos aumentando nuestra cautela, y acabamos andando    como si fuésemos un cazador, acechando a su presa aunque nadie nos impide el paso hasta la cabaña, que parece endeble a la luz de la luna.
Entramos por la puerta y nos acercamos al ascensor. Cuando bajamos nos asomamos a la carretera que acaba allí pero no hay ni un solo guardia. Como suponía, nos están llevando hacia ellos y nos dejan vía libre.
Supongo que estén impacientes por vernos, ya que les hemos causado multitud de quebraderos de cabeza.
Salimos a la carretera y nos internamos por el primer pasillo blanco que encontramos.
Allí no aparecen los carteles de orientación, pero no hace falta porque el pasillo sigue recto y sin bifurcaciones hasta una gran puerta blanca con un gran punto negro en el medio.
Nos detenemos indecisos ante ella y nos miramos en silencio. Transcurren unos cuantos minutos y cuando estoy a punto de decir que mejor nos vamos, la puerta se abre en total silencio.
Cruzamos una mirada de entendimiento y cruzamos el umbral. Nada más poner los dos pies en la habitación, las puerta se cierra de un portazo tras nosotros, haciéndonos dar un brinco.
La habitación está totalmente a oscuras, pero empezamos a percibir algunas formas confusas a medida que nuestros ojos se acostumbran a la penumbra hasta que acabamos viendo el escaso mobiliario de la sala y al fondo una zona aún más oscura.
Nuestros ojos, ya habituados a la oscuridad, se llenan repentinamente de luz con el fogonazo que emiten los fluorescentes al encenderse. Vemos cientos de puntos negros en la retina. Una voz retumba por la sala:
-¿Qué queréis?
Es una voz que me resulta muy familiar pero que a la vez es diferente de cualquiera que haya oído hasta ahora.
-Solo buscamos a... -vacilo antes de seguir, pues creo que no nos conviene dar demasiada información-. una amiga.
-Aquí no hay nada que os interese ¡Marchaos!
Se ve que nuestra presencia les pone nerviosos por lo que sigo presionando a la vez que mi vista se aclara poco a poco:
-No nos iremos sin lo que hemos venido a buscar -afirmo y estoy particularmente orgulloso de que no me tiemble la voz.
-Pues aquí no encontraréis a Iris, todas las Iris que quedan son "negras" -el desprecio que se percibe en su voz me hace pensar que se refiere a algo más que la raza, ya que Iris no es ni siquiera de tez oscura.
Son más listos de lo que pensaba o están mejor informados, lo que viene a ser lo mismo. Saben que hemos venido a por Iris, a pesar de que nosotros no hayamos dicho nada.
-¿A qué te refieres con "negras"?
-Son traidoras, las que se han pasado al bando negro. Y tú, o estás con ellas o con nosotros.
A eso sí que no sé qué contestar. No me había planteado antes el tener que elegir un bando. De hecho, creo que prefiero seguir por libre. Mi vista ya casi es normal y las formas, antes borrosas, empiezan a definirse.
Intuyo que no les va a gustar mi respuesta incluso antes de que las palabras salgan por mis labios:
-Voy a seguir por libre, esta no es mi guerra.
-Ya lo creo que lo es. De hecho, es por ti -suelta, tras una serie de estrambóticas carcajadas.
-¿Por mí? ¿Qué tiene que ver esto conmigo?
-Todo, querido, todo.
He reconocido la voz y mi visión ya es normal.
Es mi madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario