miércoles, 6 de marzo de 2013

Capítulo 21

Ahora que recuerdo todo lo sucedido,Iris me pone al día en cuanto nos refrescamos con una cerveza bien fría. Me cuenta que cuando me secuestraron en el bosque, me quisieron llevar de vuelta a la prisión, pero recibieron un mensaje que trajo otro guardia en un coche y decidieron traerme hasta aquí. Ellos les siguieron hasta para poder llegar hasta la ciudad, porque no sabían dónde se encontraban. Durante tres días, siguieron a la furgoneta hasta que llegaron a la periferia de la ciudad.
Cuando acaba de relatarme esta odisea, inquiero sobre nuestro amigo. Ella dice que no ha querido decir nada hasta que estuviera yo también. Él, que ha estado escuchando en silencio hasta este momento, vuelve en sí y centra su atención en nosotros.
-Es verdad que lo dije y creo que ya es hora de que cumpla mi palabra. Veréis, mi nombre es Cha Sa Ton'Ga, pero me podéis llamar Chas. Provengo de una tribu, la tribu Dakota. Mi nombre significa "Pequeño Gran Hombre". No sé por qué me llamaron así, pero da igual. El caso es que tu familia no es la única que tiene esa enfermedad. En mi familia se ha ido transmitiendo durante muchas generaciones hasta llegar a mí. Cuando me la diagnosticaron, tu Gobierno comenzó acciones legales para que le concedieran mi custodia porque mi madre murió en el parto. Cuando la obtuvieron, desaparecí del mapa. Me llevaron a esa cárcel y me convencieron para que me uniera a ellos. Me adiestraron y me enseñaron a usar esa armadura, pero yo nunca acabé de congeniar con sus ideas. Por eso me uní a vosotros. Me han hecho hacer cosas terribles y se las quiero devolver todas juntas.
Nos quedamos bastante impresionados con su historia y la estamos comentando durante varios minutos, hasta que llaman a la puerta.
Nos callamos y nos dirigimos a por nuestras armas. Cuando ya estamos debidamente pertrechados  vamos  a la puerta y miramos por la mirilla. Allí está Iris, la embarazada, con... mi madre detrás. Decidimos no abrir y volvemos a la cocina. Nada más sentarnos unas bombas de humo entran por las ventanas abiertas. Chas, que tiene puesta la armadura, es el único que no tose. Ahora que me doy cuenta, tiene arreglado el cristal. No tengo tiempo para pensar en eso. Me concentro en mantener la respiración mientras intento salir de la casa. Me lloran los ojos, pero aún así veo cómo entran unos guardias y también a Iris corriendo, ignorante, hacia ellos. Me lanzo en su persecución y grito su nombre. Ella se detiene pero por desgracia los guardias, que tampoco la habían visto, también me oyen. Miran hacia donde nos encontramos. Echamos a correr y salimos al salón. Allí, que el humo es menos espeso, nos detenemos y esperamos con las armas desenfundadas.
Empiezan a llegar guardias por todas las entradas, incluidas las ventanas. Nos apuntan con sus armas pero nosotros nos mantenemos firmes. Con un grito, Iris y yo saltamos con todas nuestras fuerzas mientras ella vacía sus pistolas en los alucinados guardias que se encuentran bajo nosotros.
Conseguimos abrir una brecha lo suficientemente grande para pasar y salimos disparados hacia el jardín delantero.
Atropellamos a una señora, que creo que es mi madre, en nuestra precipitada huida. Seguimos corriendo hasta llegar a mi casa, que se encuentra a un par de kilómetros. Chas aparece por una esquina pocos minutos más tarde que nosotros, aún con la armadura puesta.
Nos saludamos con un breve asentimiento de cabeza y echamos a andar. Nadie dice cuál es nuestro destino. No hace falta.
Volvemos a la prisión.

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