domingo, 3 de marzo de 2013

Capítulo 14

Intentamos retroceder pero ya es tarde. Una verja metálica cae tras nosotros, aislándonos. Nos giramos en silencio, tratando de predecir qué va a suceder a continuación. Al cabo de unos minutos en los que no hay actividad, comenzamos a andar; despacio al principio pero a cada momento aceleramos hasta que echamos a correr.
Seguimos así durante mucho tiempo aunque no sabría decir cuánto hasta que llegamos a una puerta.
Hemos continuado el pasillo, que no tenía bifurcaciones, hasta el final por lo que este debe ser nuestro destino. Cautelosa y silenciosamente abrimos la puerta.
Y hacemos bien. Dentro, hay cientos de guardias celebrando algo, aunque no sabemos qué.
Nos agachamos y empezamos a arrastrarnos por el suelo hasta llegar a la zona en la que se encuentran los guardias. Allí hay una pantalla de televisión gigante en la que se ven imágenes de la zona negra que está siendo atacada.
Cientos de clones corren sin rumbo, tan solo tratando de huir del caos que han generado los guardias con las bombas de humo y sus pistolas.
Silenciosamente extraigo mi espada, que recuperé justo antes de irnos de la pelea, de su vaina. Al levantarme, golpeo una silla que estaba a mi lado y cae. El estruendo resuena por la sala. Los guardias se van dando la vuelta uno a uno y se quedan mirándonos. El tiempo parece detenerse y nos quedamos mirándonos.Yo exclamo un grito de guerra, y como si esa fuera la señal que todos esperaban nos lanzamos a la carga contra centenares de guardias, sabiendo que lo más probable es que no salgamos vivos de la pelea pero dispuestos a vender caras nuestras vidas. Yo me lanzo hacia delante a toda velocidad, espada en mano, con una mueca feroz deformando mis rasgos.
Alcanzo al primer enemigo justo antes de que consiga llegar hasta su arma. Le corto la mano y cae al suelo, tratando de cubrir la hemorragia con la única mano que le queda. Aprovecho que está en el suelo y le clavo la espada en el pecho. La extraigo de un fuerte tirón y sigo danzando mientras corto, rebano, siego, desmiembro, asesto golpes y estocadas sin parar, sumido en una especie de trance.
Súbitamente, uno de mis enemigos extrae una espada y me quedo mirándolo. He dejado un rastro de cadáveres tras de mí, pero algo me dice que esta pelea no va a ser igual que por fin he encontrado a un oponente digno.
Me dispongo en posición de ataque y él hace lo propio. Empezamos a andar en círculos en una especie de danza ritual, evaluándonos mutuamente, buscando nuestros puntos débiles.
Él es el primero en atacar. Yo lo esquivo con elegancia y asesto una estocada directa al corazón desde abajo. El la para con la empuñadura de su arma y me empuja. Ambos retrocedemos y nos volvemos a evaluar mientras seguimos con nuestro baile privado. Ahora soy yo el que salta y lanzo un mandoble directo a  su cabeza. Él lo para y contraataca con una finta que me pilla por sorpresa y que soy capaz de evitar por muy poco. Me agacho para esquivar el siguiente golpe que va dirigido en un movimiento circular a la altura del pecho. Doy un paso hacia atrás, consciente de que no voy a poder ganar esta pelea a no ser que le pille por sorpresa. Lanzo un golpe pero en el último instante hago un giro de muñeca y ataco desde el otro lado. El consigue frenar mi ataque y quedamos con las caras a escasos centímetros de distancia. Nos miramos, él detrás de sus gafas de sol; yo con la rabia ardiendo en la mirada.
Salto hacia atrás de nuevo y él se desequilibra. Lanzo una patada hacia su estómago, lo que le deja doblado y aprovecho para lanzar un golpe destinado a cortarle la cabeza pero de algún modo él consigo levantarse a tiempo y esquivarlo.  Echo a correr de espaldas y él me persigue, creyendo que tiene la victoria al alzance de la mano. Pero tengo un plan. Cuando llegamos a la pared y él cree tenerme acorralado baja la guardia tal como esperaba y así consigo sacar uno de mis cuchillos. Le lanzo la espada pero él la desvía con facilidad y creyéndome acorralado y deasarmado, baja su arma. Ese es el momento en el que yo le lanzo mi cuchillo a la mano haciéndole soltar la espada y mientras, el otro se lo clavo en el pecho de donde lo retiro bruscamente.
Me doy la vuelta y vuelvo a la pelea. A pesar de todo, la pelea está bastante igualada y veo que tenemos posibilidades de ganar. En el camino hasta aquí he recuperado mis armas y levanto la espada.
Un leve silbido llega a mis oídos y por instinto me agacho. A pesar de todo, el filo de la espada que me ha lanzado mi último contrincante me corta la espalda de arriba a abajo. Antes de caer, consigo lanzarle mi cuchillo, que se le clava en la frente. Cuando llego al suelo, dejo mis armas a mi alcance, por si acaso, pero saco las pistolas y comienzo a disparar sin compasión a cualquier guardia que se me ponga a tiro.
Y dando vueltas sobre mí mismo, observo una puerta enorme al otro lado de la sala. Por ella están entrando refuerzos para los guardias.
Esa puerta puede ser nuestra salvación o nuestra ruina.

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