Me despierto en la misma celda en la que me quedé dormido. Por extraño que parezca, esta vez no he soñado nada, al menos que recuerde.
Me quedo petrificado. Hay una sombra recortada contra la pared contraria a la puerta.
Con gran velocidad me doy la vuelta y salto sobre mi atacante. Es Iris, pero no es ella. Es una de sus clones. Las he aprendido a reconocer en las semanas que llevo en esta celda. Sus ojos no tienen el mismo brillo de inteligencia.
Me quedo quieto y sonrío, estos clones son inofensivos. Me devuelve la sonrisa y corriendo, tan en silencio como llego, se va.
Salgo de la celda y sigo un camino al azar, recordando la primera vez que me crucé con uno de los clones de Iris. Sonrío.
Hace ya casi un mes que la estoy buscando pero no la he conseguido encontrar y eso que he aprendido a programar los caminos para poder encontrar cualquier cosa, sitio o persona. Esa es la mala noticia: no he encontrado a Iris.
La buena: mi madre tampoco me ha encontrado. Y lo ha intentado. Solo el recuerdo de nuestra discusión hace que me vuelva a hervir la sangre. Sigo convencido de que la huida de Iris ha sido culpa suya. Que si solo hubiera estado yo con ella, nos habríamos ido los dos juntos.
Pero ya no tiene remedio. Me dirijo a una de las cantinas, para tomar mi desayuno.
Cuando llego, está vacía y aunque no tardará en llenarse de clones, cuando vengan ya me habré ido.
Desayuno rápidamente una comida frugal, que a duras penas me calma el apetito y salgo justo cuando llega el primer clon, tras el que viene una auténtica estampida.
Echo a correr y sigo el camino rojo, que ya seguí una vez. Esta vez acabo en el "Centro de armas y entrenamiento".
Escojo una pistola y camino hacia la galería de tiro. Disparo una, dos, tres, cuatro veces. Todos los tiros han dado en algún punto vital.
No sé de dónde procede mi talento con las armas, pero no lo pienso desperdiciar.
También practico un poco con la espada, el arco, la lanza y toda clase de armas.
Al final, escojo la primera pistola que cogí con unos cuantos cartuchos, una espada y una daga, que me escondo en el mono negro que "cogí prestado" de la lavandería.
Salgo a los pasillos y divago acerca de mi situación. Estoy en una especie de limbo. No quiero volver con mi madre y no puedo encontrar a Iris ni sé cómo podría llegar a conseguirlo.
He vuelto a mi celda y allí me siento en mitad del suelo, preparándome para lo que se aproxima.
Estoy en clase, con Magdalena al lado, hablando sobre lo que ha pasado el último Sábado.
Vuelvo a mi cuerpo.
Hace unos días, descubrí que podía controlar esas "visiones" de mi otra vida. Es un duro trance, ya que siempre lo acompañan dolor de cabeza y náuseas, pero me sirve para controlar a la otra Iris, que es un clon (lo sé por el brillo de sus ojos) y todo lo que pasa en el mundo exterior.
Otro de mis objetivos esta semana ha sido encontrar la salida, pero no la he encontrado.
Me pongo en pie de un salto y empiezo a correr, eligiendo direcciones y bifurcaciones por instinto. Me he dado cuenta de que esa es la mejor manera de no perderse.
Llego a un pasillo, totalmente blanco, en el que no he estado nunca. Algo me dice que no debería entrar y hago caso a mi instinto, aunque con la espada voy grabando el camino que he seguido para llegar hasta allí, porque sé que ese pasillo es importante, así como sé que acabaré encontrando a Iris.
Después de unas cuantas horas de frustrante e infructuosa búsqueda, tengo un encontronazo con un pelotón de guardias.
Me escondo tras una esquina y espero a que pasen. Mierda, vienen hacia aquí. Me despego de la pared y echo a correr mientras oigo sus gritos y órdenes. Les ignoro y sigo corriendo hasta llegar a mi celda, creo que les he despistado pero, por si acaso, desenvaino la espada, que es el arma que mejor se me da, y espero.
Se escuchan pasos, son tres personas por lo menos. Pongo mis músculos en tensión y aguardo al momento oportuno. Mi puerta se abre con violencia y descargo un mandoble desde arriba hacia mi primer oponente.
Me freno justo a tiempo.
No es un oponente. Es Iris.
Me lanzo a sus brazos y nos fundimos en un beso en el que tratamos de transmitir todos nuestros sentimientos.
No he sido más feliz en toda mi vida.
Cuando nos separamos, me fijo en sus dos acompañantes. Son un hombre y una mujer, vestidos con un uniforme de guardia, pero no lo son. Se ve por cómo se mueven con sus trajes y se nota que no son tan disciplinados por el modo en que sujetan las armas.
No me están apuntando a mí, si no hacia algo que hay detrás de mí.
Disparan y curiosamente apenas oigo nada, luego me daría cuenta de que las pistolas tenían silenciador; me doy la vuelta y observo a qué han disparado. Es una cámara.
Desde luego, Iris me va a tener que explicar muchas de las cosas que están pasando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario