miércoles, 27 de febrero de 2013

Capítulo 7

Alguien me está llamando, pronuncia mi nombre con dulzura. Es Iris.
Ahora soy consciente de que sueño y me rindo a la dulce caricia de la oscuridad y el calor que me rodea.
Me siguen llamando.
¿No entienden que no quiero despertar?
Un mundo sin Iris siempre va a ser más frío, menos colorido, más agresivo, menos dulce; por muchos clones suyos que haya.
No me quiero despertar. Mi alma está sangrando, no quiero vivir en un mundo si ella no está, y más ahora que me está ocurriendo todo esto.
Cuesta pensar que solo hace veinticuatro horas, yo era un chaval normal, de diecisiete años, con las preocupaciones normales.
Decido despertar, ya que me doy cuenta de que si sigo aquí, en este mundo donde solo existen mis pensamientos, me acabaré volviendo loco. Y necesito estar sereno.
Cuando me levanto, ya lo he decidido. Me acerco lentamente al jefe de médicos y, temiendo la respuesta, le hago la pregunta por la que hasta ahora no me he atrevido a preguntar:
-¿Sobrevivirá? -mi voz se mantiene firme.
El médico parece dudar.
-Aún es pronto para decirlo, ha perdido mucha sangre; pero yo creo que sí, aunque le aconsejaría no hacerse muchas ilusiones con respecto a lo que podría pasar.
A pesar de lo que me ha dicho, me invade una oleada de alivio y una gran presión desaparece en mi interior.
-¿Puedo verla?
-De acuerdo, pero no se demore.
Cruzando las cortinas, que proporcionan un mínimo de privacidad, aparece ante mis ojos una extraña estampa. Iris está tumbada, con los brazos medio alzados, cuchicheando en el oído de mi madre.
Bueno mi "madre", decido posponer la charla que deberé tener con mi esa señora porque ahora mismo mi atención debe estar centrada en Iris.
Me he quedado plantado en la puerta, y cuando me ve, Iris sonríe.
-Tú debes de ser Dániel, tu madre me ha hablado mucho de ti -vuelve a sonreír.
"¿Tú debes de ser?" ¿Qué significa eso?
-Pues sí, soy yo. ¿Qué quieres decir con eso de que te han hablado mucho de mí? Llevamos yendo a clase juntos desde pequeños. ¿Qué pasa, no me reconoces o qué? -empiezo a reírme ante lo absurdo de la idea, pero la cara seria de mi madre (he decidido llamarla así a falta de un nombre mejor) me corta.
-No puede ser, ¿no se acuerda de nada?
-En realidad se acuerda de todo, salvo de una cosa... De ti. -me mira con cara de lástima.
-No es posible -comienzo a retroceder, de vuelta a la cortina-. Con todo lo que hemos pasado, ¿cómo se va a olvidar de mí? ¿De verdad no te acuerdas? -ahora me dirijo a Iris, que contempla la escena con cara de vergüenza y curiosidad-. ¿Todas aquellas tardes y noches? ¿Todos nuestros momentos?
Me derrumbo en una silla y me echo a llorar. No me puede estar pasando esto, justo después de que creía haberla recuperado, me la arrebatan de golpe.
-Los médicos dicen que es muy probable que recupere la memoria, pero la tendremos que ayudar.
Sus palabras llegan a mis oídos pero no cobran ningún significado. Son sólo palabras vacuas, aire que no significa nada. Aire que se cuela dentro del torbellino de mi mente y mi espíritu. Cuando las consigo comprender, esas palabras hacen que se calme la tormenta de mi interior, despejando el camino para un pequeño rayo de esperanza.
En un momento lo he decidido. Se acordará de mí, y si no lo hace, la volveré a enamorar. No pienso darme por vencido.
Con ese objetivo vuelvo a entrar por la cortina, todo sonrisas y atenciones. Me vuelvo a quedar embelesado, mirándola. Se ha dormido y en la posición en la que está, las sábanas revelan su figura. Se da la vuelta en la cama, y me doy cuenta de que han transcurrido varios minutos en los que solo hemos existido ella y yo.
Me acerco a la cama, decidido a ser lo primero que vea cuando se despierte. Me siento en la silla y al poco, ella se despierta, se queda mirándome a los ojos y creo reconocer una huella de reconocimiento en ellos, pero igual me lo he imaginado. Se vuelve a dormir.
Y aún con el recuerdo de esa mirada danzando por mi mente y relajándome, no tardo en seguir su ejemplo.

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