-Llevamos horas caminando, ¿podemos descansar, aunque sea un momento?
-Deja de quejarte y sigue -me ordena Iris. Todo rastro de calor y humanidad que pudiera haberse notado en su rostro se había esfumado-. No deben encontrarnos aquí -no sé de dónde pero en sus manos aparece un arma-. Si nos encuentran, no dudes en utilizarlas.
Me quedo mirándola con cara de no saber qué está pasando.
-¿De verdad voy a tener que disparar a alguien?
-No lo sé, pero solo por asegurarnos.
Seguimos en silencio lo que a mi me parecen horas pero que no debe ser más de diez minutos hasta que me decidí a volver a hablar:
-¿Hacia dónde estamos yendo?
-Al centro médico -afirma Iris, aunque ahora que lo menciona, me doy cuenta de que estamos siguiendo el camino verde que recuerdo que se dirigía allí.
-Pensé que saldríamos de aquí en cuanto pudiésemos.
-Así es -esta vez responde mi madre-. Pero antes tenemos que hacerte unas pruebas que solo se pueden hacer en el centro médico.
-¿De qué clase de pruebas estamos hablando?
-Pues de todo un poco, pero tranquilo no te dolerá... demasiado -las comisuras de los labios de Iris ascienden levemente. Es lo más parecido a una sonrisa que ha esbozado en horas.
Repentinamente se empieza a oír un rumor sordo, parecido a un susurro, que va incrementando de volumen rápidamente. Nos miramos entre nosotros y sin mediar palabra echamos a correr.
A pesar de que corremos con todas nuestras fuerzas, mi madre se empieza a quedar atrás. Al verme frenar, Iris se da la vuelta y se detiene:
-Vete tú, métete en esa habitación de allí -me ordena, señalando el fondo del pasillo-. Yo llevaré allí a tu madre.
Haciendo un acto de fe, me doy la vuelta y echo a correr de nuevo. Nada más llegar a la habitación me doy la vuelta. Mi madre e Iris están aún lejos pero ya se ve lo que las persigue.
Son cientos de... yo.
A pesar de la distancia que les separa de los clones, sé que mi madre e Iris no lo conseguirán, así que echo a correr hacia ellas con la intención de ayudarlas pero, cuando solo me separan unos metros de ellas, son engullidas por la tumultuosa turba.
A duras penas consigo frenar y dar la vuelta. Quizá penséis que fue un acto egoísta y que podría haberlas salvado. Pero vosotros no estabais allí. Si hubiera entrado en esa estampida, lo único que habría encontrado sería la muerte.
Precipitadamente, me meto en la habitación y tras unos minutos, el ruido comienza a acallarse, primero de forma imperceptible pero luego bruscamente, termina.
Abro la puerta con cuidado. No hay nadie, aunque el suelo está repleto de bultos amorfos.
Me dirijo hacia algo que me llama la atención. Una de las puertas del pasillo está abierta. En el camino empiezo a acelerar y acabo corriendo para tratar de librarme del exceso de adrenalina que corre por mis venas.
Llego a la puerta y me asomo al interior. Hay dos personas, una tendida sobre otra. Me acerco cuidadosamente, por si acaso, hasta que reconozco la cabellera color ébano de Iris.
Me acerco, ahora rápidamente, y me agacho junto a ellas.
-¿Qué ha pasado? -ningún "¿qué ha sido eso?". Me parece que mi capacidad de sorprenderme está llegando a su límite.
Ahora que me fijo mejor, descubro que Iris está recubierta de moratones y que un charco de sangre se extiende por el suelo, lentamente.
-¿Qué le ha pasado a mi madre?
-Nada, estoy bien. A la que hay que curar es a esta niña -dice levantándose.
Iris está pálida, a punto del desmayo:
-No pasa nada, estoy bien -consigue articular justo antes de desmallarse.
Le quito la camiseta y descubro unos puntos de sutura que han saltado, probablemente debido a los golpes que habrá recibido de los clones.
-Hay que llegar al centro médico -digo, con una firmeza que me sorprende a mí mismo.
Cargo a Iris en mis brazos. Siempre que lo hago me sorprendo de lo ligera que parece.
Hacía mucho que no la tenía tan cerca y aprovecho para examinar su rostro. Está lleno de moratones, pero eso no consigue eclipsar su belleza. Me quedo embelesado mirándola hasta que escucho el goteo de la sangre, escurriéndose entre mis dedos.
-Movámonos, hay que llegar lo antes posible.
Nos ponemos en marcha rápido, aunque sin correr, para evitar una posible lesión en el cuello de Iris.
Seguimos en el camino verde.
Durante el viaje, la temperatura de Iris ha ido en aumento de forma alarmante.
-Hay que apresurarse.
A pesar de los riesgos echamos a correr, lo que no hace sino aumentar el goteo de sangre.
Ver a mi Iris, tan vulnerable en mis brazos, me está partiendo el alma.
En un momento dado, Iris se despertó y se me quedó mirando con ojos opacos, sin rastro de la luz que solían tener antes:
-Dániel, para. Es obvio que no voy a llegar viva al centro médico, así que no gastes tus fuerzas conmigo.
>Tengo que confesarte algo. Yo estoy aquí porque soy el primer caso exitoso en el que han conseguido implantar tu "enfermedad" aunque de forma controlada, por lo que solo produje un número limitado de clones.
Sigo corriendo, me da igual lo que diga. Yo lo intentaré hasta el final.
>En este edificio hay varios clones míos. Búscalos. Cualquiera de ellos te ayudará.
No quiero escuchar. Me da miedo lo que pueda pasar si lo hago.
>Dániel, pase lo que pase, quiero que sepas que a pesar de todo lo que ha pasado, mis sentimientos siempre han sido reales. Realmente estoy enamorada de ti.
Las fuerzas con las que había conseguido levantar la cabeza la están abandonando. Ya se ve la puerta verde al final de un largo pasillo.
>Tú has sido, eres y serás lo más importante de toda mi vida. Cada vez que nos peleábamos, mi corazón sangraba. Tú lo has sido todo en mi vida, y espero que vuelvas a encontrar el amor.
Su cabeza cae a plomo. La enorme puerta verde está a apenas unos metros de distancia. En un segundo la abro y entro como una tromba.
Me da igual que esté llena de gente. Yo deposito a Iris en lo que parece ser una camilla.
Mi madre, que no sé cómo, ha conseguido seguir mi ritmo, empieza a manipular unos controles.
Yo acaricio con ternura el pelo de Iris, mientras en mi mente escucho canciones fúnebres.
Unos brazos mecánicos se alzan a los lados de la camilla.
Alguien me trae una silla, en la que me derrumbo y en ella empiezo a llorar.
Lloro por mi madre, recién descubierta, que no sé si es mi madre; lloro por mi novia, herida de gravedad por mí mismo; lloro por mi enfermedad con la que no sé qué hacer; lloro por la guerra que se avecina y por mil cosas más. Me lamento por todo lo malo que ha ocurrido en mi vida, lo que me lleva por lo menos unos minutos.
Más sereno, me levanto y por primera vez desde que entrara, miro a mi alrededor.
La sala en la que me encuentro está llena, muchas de las personas con bata blanca que hay están observando una de las camillas. Supongo que es en la que estará Iris. No me acerco, aún no estoy preparado.
Alguien se acerca por detrás. Es mi madre.
Ahora lo veo claro, y el parecido es asombroso. Tiene mis ojos, mi tono de piel, incluso mi misma nariz, pequeña y ligeramente respingona.
-Mamá... -murmuro, conmocionado por la revelación.
-Realmente no. Antes te he mentido. No soy tu madre, soy uno de sus clones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario