lunes, 25 de febrero de 2013

Capítulo 5

Mi madre. No puede ser. Es imposible.
Me niego a creerlo.
-¿M-mi madre? -balbuceo.
-Sí, hijo -dice con un leve temblor en la voz.
No me lo creo, de verdad. Me acerco tambaleante hacia un sillón y más que sentarme, me tiro en él.
-No puede ser, mi madre desapareció al poco de nacer yo. Tú no puedes ser... ella.
-Pues lo soy y si quieres escucharme, te contaré la historia. Pero antes ponme una copa... hijo -qué rara suena esa palabra en boca de quien dice ser mi madre-. Pues bien, como sabrás, al poco de nacer te diagnosticaron una extraña enfermedad. La cosa es que no has sido el único caso de nuestra familia y desde que comenzaron a parecer las copias de la gente que padecía esta enfermedad, siempre han sido retenidos aquí.
-¿Pero por qué estoy yo aquí?
-No lo sé.
-Pero yo sí -interviene Iris-. Quieren volver a hacerte pruebas para poder aplicarlo a cualquier ser vivo, por ejemplo comida, para poder asegurar que haya reservas de alimento en caso de guerra.Además de que si consiguen hacerlo con humanos, tendrían soldados infinitos.
>Por otra parte, esta enfermedad siempre ha conllevado la temprana muerte de los que la padecen debido al gran desgaste que sufren tus células. Tú eres el que más ha durado.
-¿Guerra? ¿Alimentos? ¿Soldados? ¿Yo, un chico de diecisiete años víctima de una enfermedad, el que más ha durado? -no sé porqué, pero poco de esto me sorprende-. Vamos a dejar para más adelante el tema de mis clones. ¿De verdad va a haber guerra?
-Sí, una guerra de verdad, no una de esas del Call of Duty, que tanto te gustan. Además va a ser muy pronto. Y según lo que he oído, tú eres el único que la puede evitar, aunque no sé cómo.
Es demasiado. No lo puedo resistir.
Por eso, cuando noto cómo me vuelve la migraña, casi le doy la bienvenida al desvanecimiento que la acompaña.
-¿Dániel, estás bien? -pregunta mi profesora de matemáticas.
No sé cómo he llegado hasta aquí, pero aún así consigo articular:
-Sí, sí. No se preocupe.
Lo último que recuerdo es el beso con Iris. Miro el calendario. Han pasado casi tres semanas. 
Entre tanto, he tenido un sueño muy raro, pero no lo consigo recordar con claridad. Sólo sé que aparece Iris.
Sé que me ha pasado algo importante, pero no sé el qué. Intento recordar. 
Tiene algo que ver con unos ojos como los míos.
Miro hacia atrás. 
Como siempre, ahí está Iris. Cuando se da cuenta de que la estoy mirando, me sonríe y es una sonrisa cálida, llena de afecto. No como esas sonrisas frías que me dirigía en un salón, a muchos kilómetros de aquí.
¿Un salón? ¿Sonrisas frías? ¿Qué me está pasando?
Mientras estas cuestiones me rondaban la cabeza, mi profesora seguía dando clase y de repente, mi mejor amiga Magdalena, me empezó a hablar:
-¿Qué te pasa? Estás raro, llevas varios días trabado. Además, aún me tienes que contar qué pasó en la fiesta con Iris, ¿por qué os peleasteis?
¿Pelearme? ¿Con Iris? Joder, esto cada vez es más raro.
-Sí, sí, ya te contaré, que aún estoy dándole vueltas...
-Bueno, como veas. No es por presionarte, pero se dice que Iris se va a ir con el de intercambio, con el Jack ese...
-¿Qué dices? Si eso solo quiere echar un polvo.
-Eso mismo la he...
El sonido de la campana del recreo cortó su frase. Yo me dirigí rápidamente hacia la salida, con la esperanza de poder hablar con Iris.
Al torcer en un pasillo, casi me doy de frente con ella. Se le caen los libros.
Esto me recuerda cada vez más a una película o una novela barata.
-Ostia, perdona -me oigo decir. Me tiemblan las piernas con solo estar cerca de ella. Me agacho para ayudarla. Ojalá no se haya dado cuenta de lo nervioso que estoy-. Ahora mismo estaba yendo a buscarte.
-¿Para qué? -responde ella con bordería-. Ya me ayudaste bastante en la fiesta. Por cierto, mi hermana está muy bien. Al final no está embarazada.
-¿E-embarazada? Pero si no hicimos nada, solo nos besamos.
-Pues ella no dice lo mismo.
Otro problema. Como si no tuviera bastantes joder....
-¿Qué es eso de que estás ligando con Jack? -digo, con un leve carraspeo consigo eliminar el nudo que se me había hecho en la garganta.
-Nada que te importe -responde, coge sus cosas y se va.
Me quedo con cara de retrasado en mitad del pasillo. Esto no se parecía en nada a la escena de reconciliación que me había imaginado.
Otra vez la migraña, últimamente me pasa mucho.
Despierto tumbado en uno de los sofás, mi supuesta madre e Iris, mi Iris, me miran con cara de preocupación.
-Antes de que lo preguntéis, no sé qué ha pasado -les suelto.
-¿Estás bien? -me preguntan las dos a la vez.
-Me acabo de desmallar, ¿cómo voy a estar bien?
-Déjame ver -mi madre se acerca poco a poco-. Parece que ha sido solo un mareo, ¿has soñado algo?
-Sí, estaba en el instituto, y tú -digo mirando a Iris-. Estás enfadada conmigo.
-¿De verdad? Qué interesante. -mi madre e Iris intercambian una mirada llena de significado.
-¿Qué está pasando aquí? -les pregunto con suspicacia.
-Nada que deba preocuparnos, al menos de momento.
Por la cara que ponen, sé que no es verdad, pero me aguanto y no les pregunto nada.
De momento

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