domingo, 17 de marzo de 2013

Capítulo 29

¿Mi padre? ¿Aquí abajo? ¿En esta angosta, baja y mal iluminada sala? No se me ocurre nada más extraño, porque él también es claustrofóbico. Me quedo mirándole. Él está de espaldas a mí pero le reconocería en cualquier lugar. Poco a poco, se vuelve y me mira de frente. Yo sostengo su mirada sin pestañear. Nunca he tenido una buena relación con mi padre, era muy tensa. Creo que me culpaba de que mi madre se hubiera ido... aunque eso ya da igual.
Sonríe y se acerca con paso metódico. Yo me quedo clavado en el sitio, sin respirar a penas. Mi padre levanta los brazos, siempre con movimientos mecánicos, y aunque tengo ganas de apartarme, dejo que me abrece y me bese aunque él siempre lo hace a su manera, fría y calculada. Sigo clavado en el sitio y no respondo a ninguno de sus gestos. Simplemente me quedo ahí, mirándole despectivamente.
-¿Qué haces aquí? -mi voz sale dura, acerada-. Pensé que no soportabas los lugares cerrados y pequeños.
-Fíjate -dice con la voz carente de emoción- que lo mismo pensaba yo de ti.
Como respuesta me encojo de hombros y sostengo su mirada. Él suspira y coge aire:
-La verdad es que no lo sé, un día me fui a dormir y cuando me desperté estaba aquí. Después vino a visitarme tu madre, supongo que ya conoces la historia, y me explicó que me había traído porque así te convencería para unirte a ella. Lo que ella no sabía es que no tengo la menor intención de hacerlo.
>Hijo, ya sé que nunca hemos tenido una relación buena. Ha sido culpa mía y me gustaría pedirte perdón -la frialdad de sus ojos ya no existe y ahora la sustituye un brillo cálido, como una chispa-. Quiero que, pase lo que pase, hagas todo lo que puedas para evitar que tu madre lleve a cabo sus planes. No digas nada -mi padre me corta antes de que haya podido abrir la boca a penas. Quizá me conoce más de lo que pensaba-. Sé que es poco probable que llegue a mañana. Tu madre es prácticamente "todopoderosa" aquí. Así que te daré un consejo.
>Debajo de el complejo en el que nos encontramos, hay una extensa red de túneles. Algunos de estos túneles son tan grandes como una calle y siguen fielmente los caminos de arriba. Esas zonas están sin vigilancia así que podrás circular por ellas. Hay una entrada siguiendo ese pasillo -se da un poco la vuelta y señala vagamente en una dirección-. Si vais por ahí unos veinte metros, llegarás a un punto donde hay una especie de alcantarilla. Bajad por ella y estaréis a salvo. Recuerda que nunca debes...
Un ruido le detiene y nos giramos todos a la vez para ver qué es lo que baja por el tobogán. Los haces de luz de una linterna se reflejan en las brillantes paredes.
-¡Salid de aquí! -brama mi padre a la vez que echa a correr en la misma dirección que nosotros.
Cuando Iris y yo, recuperados ya de la conmoción del momento, llegamos al punto donde nos dijo, la tapa de la alcantarilla ya está levantada aunque aún se ve la pierna de mi padre desapareciendo y su voz, susurrando, que me dice "estoy orgulloso de ti". Supongo que esto me lo puedo haber imaginado perfectamente pues es lo único que he esperado de mi padre durante toda mi vida.
Miro a Iris y veo que ella está vuelta hacia el tobogán. Ya se oyen los gritos de los guardias que vienen a donde nosotros.
Sin mirar si quiera, salto por el estrecho tubo. Otra caída.
Levanto la cabeza y veo que Iris se ha colado por el agujero de manera más cuidadosa y está haciendo lo que puede apoyada en una escalera.
Cuando la oscuridad total me envuelve, me quedo solo y puedo pensar en el encuentro que he tenido hace unos minutos. "Recuerda que nunca debes..." ¿Que nunca debes... qué?
Supongo que me lo dirá la próxima vez que le vea, si es que sigue vivo.

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