lunes, 15 de julio de 2013

Capítulo 39

"¿Qué te crees que estás haciendo"? Deberías estar intentando escapar con todas tus fuerzas pero estás aquí, tirado. Lo único que vas a conseguir así, va a ser una muerte más lenta".
Intento levantarme y, poco a poco, lo consigo. Cuando me pongo de pie, me mareo. Veo que hay una bandeja con comida sobre una mesa de plástico blanca. Devoro el pan duro y el queso y por poco no me atraganto al beberme toda la jarra de agua de un trago. Debo llevar aquí cerca de una semana, por lo que estoy famélico.
Tengo que empezar a pensar un plan. No sé qué voy a hacer, pero tengo que hacer algo. Una idea empieza a tomar forma en mi mente. Vuelvo a acercarme a la puerta, en parte para comprobar que siga cerrada y en parte para examinarla. No tengo ninguna duda de que me están vigilando pero no me importa que sepan que intento escapar. De hecho, creo que es lo que esperan de mí.
La puerta es poco gruesa, con un solo anclaje. Cuando acabo mi inspección, me vuelvo para observar la habitación. En una esquina hay una cámara, solo perceptible por la luz intermitente roja. También hay unos pequeños tubos, que parecen parte del sistema de ventilación pero ¿quién me dice a mí que no me gaseen por ellos? Decido meter un poco de miga de pan, que ha sobrado, por los agujeros.
Ahora, echo agua sobre la cámara. Solo unas gotas, lo justo para que deje de funcionar, al menos hasta que se seque.
Ahora ya puedo poner en marcha mi plan. Me siento en el catre y me concentro, buscando a la totalidad de mis clones. Hay unos cuantos cerca de mí, casi un centenar. Tomo el control sobre todos ellos y, gracias a eso, sé dónde estoy y dónde está mi padre. Hay unos cuantos clones más lejos, y esos son los que elijo para que vigilen. Los otros hacen dos grupos: uno que me rescate a mí y otro que vaya a por mi padre.
En unos minutos empiezo a oír las pisadas, acercándose. Unos momentos más tarde, mi puerta empieza a crujir. Una embestida más y la puerta cae. La de mi padre también está a punto de caer.
Me dirijo hacia allí con mis clones. Cuando llegamos, la puerta ya ha caído, pero mi padre sigue dentro. Me abro camino a través de los clones y llego hasta una celda igual que la mía.
-Papá. soy yo. Ya podemos irnos. Tenemos poco tiempo, date prisa.
Me acerco un poco más y veo que sigue dormido, bocabajo. Le sacudo por el hombro y, como no reacciona, le quito la manta.
Su espalda está hecha jirones. No queda nada de piel que se pueda salvar y, entre la sangre seca, veo surcos en la carne que solo pueden ser obra de un látigo. Mantengo la calma y trato de pensar.
Cojo la jarra de agua y le limpio las heridas. A la escasa luz de una bombilla, veo que tiene solo cinco latigazos, pero que son realmente profundos.
Hago que dos de mis clones lo carguen, poniendo especial cuidado en que no le toquen la espalda y en su cuello, ya que no sé si tiene lesiones medulares.
-En marcha -digo cuando juzgo que está todo lo acomodado que puede estar.
Los clones restantes forman una pared de protección a nuestro alrededor. Gracias a los recuerdos de mis clones, sé cuál es el mejor camino para salir de aquí. Solo nos cruzamos con otras dos personas antes de llegar a nuestro destino y mis cómplices dan buena cuenta de ellos.
La armería está abierta y no hay nadie dentro. Busco mis armas cuando me acostumbro a la oscuridad del interior. Mis espadas, con sus vainas, vuelven a mi espalda. Escondo un par de cuchillos por mi ropa y cojo unas pistolas con unas cuantas recargas, pensando en cuando mi padre se despierte.
Ya armado, salgo de la habitación y nos dirigimos hacia el hospital. Allí hago la mejor cura que puedo, pero sé que no es suficiente y que tendré que confiar en la fortaleza de mi padre. Hago que un clon cargue con un maletín de primero auxilios, con lo básico por si nos hacemos una herida. Cuando voy a salir, oigo una voz detrás de mí.
-Dániel -conitnúa en un susurro-. Llévame contigo.
Me doy la vuelta y veo a Iris, tumbada en una camilla que no había visto por las cortinas que la rodeaban. Niego con la cabeza y retrocedo.
-Después de traicionaros, tu madre me encerró para asegurarse de que no hacía lo mismo con ella. Lo que ella no sabía es que estaba embarazada y, con las torturas he perdido al bebé -rompe a llorar y yo me quedo sin palabras-. Llévame contigo, por favor -repite.
Tembloroso, yo asiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario